Los valencianos que emigraron hace cien años a los Estados Unidos no sólo trajeron modernidad y dinero para comprar tierra. Muchos pueblos de la Marina Alta, de donde provenía más de la mitad de los emigrantes, tuvieron durante la República alcaldes y concejales que habían trabajado en América del Norte. Eran hombres que tenían más bagaje que sus paisanos. Allí habían visto una manera diferente de vivir y de gobernar. Y, por ello, al volver y ser elegidos, quisieron aplicar en sus pueblos las reformas necesarias para que aquí hubiera más justicia, libertad e igualdad. Es uno de los resultados más llamativos del proyecto Del Montgóa Manhattan. Valencians a Nova York, desarrollado por InfoTV, y que aparece en el documental La guerra de sempre, el tercero de la serie, de 82 minutos de duración.
Pego, El Verger, Benimantell, Pedreguer, Gata, Tormos, Benissa, Beniarbeig, la Vall de Gallinera, l’Alfàs del Pi, Murla o Famorca son algunos de esos ayuntamientos gobernados desde 1931 por concejales republicanos que habían aprendido en Nueva York que el mundo podía funcionar de otra manera. Militan en el Partido Socialista o en la Izquierda Republicana de Manuel Azaña, pero no buscan implantar ningún modelo soviético revolucionario. Lo que tienen en mente es lo que han visto en Estados Unidos, un capitalismo apenas matizado por la compasión y que no tendrá hasta las presidencias de Franklin Roosevelt (1933-1945) ningún sistema público de pensiones o de prestaciones por desempleo. Pero, aun así, ya era mucho más justo que el viejo sistema caciquil imperante en sus pueblos.
Estos pueblos conocieron en aquellos años reformas fiscales que hicieron pagar más impuestos a los que más tenían; escuela obligada hasta los 16 años contra el trabajo infantil; guarderías para los más pequeños para hacer posible el trabajo de los padres; pavimentado de las calles, agua potable... Pero la guerra y la posguerra arrasaron con tanta buena intención. Y a pesar de la moderación que exhibieron a partir del golpe del general Franco y que intervinieron en algunos pueblos para evitar asesinatos de personas de derechas, todos los casos detectados en la investigación desembocarán en abril de 1939 en el exilio, en varios años de cárcel o incluso en alguna ejecución, como la de Aquilino Barrachina, alcalde de Pego entre 1932 y 1939.
La segunda parte del documental está dedicada a la posguerra, que generó una segunda oleada migratoria hacia los Estados Unidos. Esta opción, sin embargo, estuvo reservada únicamente a aquellos jóvenes valencianos que habían nacido veinte o treinta años atrás en Estados Unidos, en el seno de las familias emigradas y luego retornadas. Solamente ellos, por tener derecho a pasaporte americano, tenían libre entrada a su país de nacimiento. Y se fueron, a pesar de las dificultades que les puso el gobierno de Franco. Una vez llegaron allí, ya pudieron reclamar sus parientes más cercanos, para comenzar una nueva vida, la del sueño americano, bien lejos de la miseria política y económica de la España de la posguerra.
Y hay un cuarto documental, que completa esta tetralogía, Els valencians d’América (88 minutos), a estrenar a mediados de 2016, pero ya disponible en el DVD de duración doble que se ha editado y donde aparece también La guerra de sempre. Todos ellos están firmados por el periodista Juli Esteve, como guionista y director; y por Antoni Arnau y Esther Albert como responsables de la imagen, la edición y la postproducción.
En este cuarto documental nos centramos en la vida que han tenido todos los valencianos que se quedaron en América, tanto los que fueron antes de 1920 como los que emigraron en la posguerra. Predomina entre ellos el obrero industrial de Connecticut, pero también hemos encontrado vivos soldados que desembarcaron en Normandía, supervivientes del atentado a las Torres Gemelas, beisbolistas famosos, artistas de Broadway ... En la mayoría de ellos aparece la nostalgia por la tierra que dejaron atrás, hasta el punto de que muchos, al jubilarse, volverán aquí para siempre o irán y vendrán sin cesar para atender como mejor saben los dos mundos que conforman su identidad múltiple.